Introducción
La inconformidad es una condición del ser humano en la que no se siente a gusto con lo que tiene o con lo que es. Este sentimiento es cada vez más fuerte en la mente y en el corazón de las mujeres, llevándolas a buscar sanidad en otras fuentes, con las que tal vez pueden superar algunas situaciones, pero estas soluciones son temporales y con el tiempo renacen las heridas y les impiden crecer y brillar. No se trata de encajar, se trata de descubrir quiénes somos en Dios para caminar con propósito; solo así entendemos lo auténticas que somos. La Biblia nos indica la importancia de vivir con autenticidad, pero en el amor de Dios.
Vivamos, en cambio, con autenticidad en el amor y esforcémonos por crecer en todo, puesta la mira en aquel que es la cabeza: Cristo. (Efesios 4:15 BLPH)
Pablo nos invita a vivir “en cambio” de manera diferente, con autenticidad, es decir en armonía con lo que Dios nos ofrece a través de su Palabra; cuando nos acercamos a Dios con honestidad, reconociendo nuestra profunda necesidad de Él, es cuando inicia la transformación que tanto anhelamos. Y con esa transparencia en el corazón nos esforzamos para sanar, crecer y brillar.
Ser auténtica significa aceptar la intención de Dios de formarnos sin pretensiones ni complacencias. Nuestra verdadera identidad se encuentra en Cristo, y la Biblia nos anima a vivir en esta verdad, sin conformarnos con los estándares del mundo.
17 De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo! (2 Corintios 5:17 RVC)
Vernos a través de Cristo como nuevas personas, y dejar atrás las falsas identidades moldeadas por nosotras mismas o por otros, nos permitirá vivir con autenticidad, es decir, reconociendo que no nos define nuestro pasado, y que las muchas heridas que podamos tener, en Cristo, pueden sanar para que podamos avanzar.
Sin embargo, para algunas mujeres no es fácil comprender que ¡ya son nueva creación! Esto se debe a que están atrapadas en su pasado o concentradas en el dolor que les hicieron sentir; o buscando suplir sus necesidades, buscando otra identidad, como lo mencionamos inicialmente, en otras fuentes. O sencillamente porque lo han “intentado todo” y no han logrado vivir de otra manera, y ahora son víctimas de las circunstancias.
En la Palabra de Dios encontramos la historia de una mujer con estas características que hemos nombrado; y por medio de esta historia comprenderemos, no solo nuestra necesidad, sino el anhelo de parte de nuestro Padre Dios de ayudarnos, sanarnos y hacernos crecer, para que brillemos como mujeres auténticas.
Lucas 13:10-13 RVC
Un día de reposo, Jesús estaba enseñando en una sinagoga, y allí estaba una mujer que hacía ya dieciocho años sufría de un espíritu de enfermedad. Andaba encorvada, y de ninguna manera podía enderezarse. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.» Y en el mismo instante en que Jesús puso las manos sobre ella, la mujer se enderezó y comenzó a glorificar a Dios.
Hagamos un diagnóstico:
Dice la Biblia que esta mujer hacía 18 años sufría de una enfermedad, aclarando, que su enfermedad no era de nacimiento; algo pasó en su vida que la afectó espiritual, emocional y físicamente. A veces hablamos de nosotras mismas como si toda la vida hubiéramos sufrido, y olvidamos los buenos momentos que hemos vivido, en especial caminando con Cristo. ¡Recuerde esos momentos buenos y se dará cuenta que no todo ha sido malo!
El pasaje describe que ella sufría de un espíritu de enfermedad; y era tan devastadora que impactó su alma y se reflejó en su cuerpo, de tal manera que estuvo encorvada. ¿Qué cosas, situaciones o personas le han impactado de tal manera que le han hecho caminar encorvada?
Explica la historia que ella “andaba encorvada, y de ninguna manera podía enderezarse”. Una enfermedad física es desgastante, pero hay peores, y se hallan en el alma, porque son las que nos llevan con más frecuencia a declarar que “hacemos de todo y nada nos funciona”. Por eso muchas mujeres continúan encorvadas, no es que no lo hayan intentado, como la mujer de la historia, es que de ninguna manera se han logrado levantar o enderezar. ¿Con cuál enfermedad o condición emocional batalla hoy? ¿Depresión, ansiedad, soledad, estrés?
Al estar encorvada no podía mirar hacia arriba, solo se podía ver a sí misma, y era incapaz de ver al rededor, incapaz de ver al único que la podía sanar y liberar. Y es que en definitiva, encorvadas no podemos ver tampoco a las personas que nos quieren conducir al camino que nos permite encontrar la sanidad. ¿Cuántas veces ha despreciado una ayuda espiritual?
Tener claro este diagnóstico, no es solo para sorprendernos o sentirnos mal; es necesario hacerlo para el inicio de un tratamiento lleno del amor de Dios. Entonces, sí usted respondió todas esas preguntas con sinceridad tiene el perfil indicado para lo que viene a continuación:
Sanar
Todo inicia entendiendo la necesidad de sanar: espiritual, emocional y físicamente. Recordemos el versículo 12 de esta historia.
Lucas 13:12
Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo…
Entendamos algo mujeres: Jesús nos ve, nos llama y nos habla. No dice que ella lo vio y se le acercó; su condición seguramente se lo impedía. Pero el Señor Jesucristo la vio, así como ha visto nuestra necesidad, nuestro dolor, nuestras pérdidas, nuestros logros y alegrías. Él lo ha visto todo, aún lo bueno o lo malo que hayamos hecho; sin embargo, nos llama, y no para acusarnos o reclamarnos, lo hace porque sabe que necesitamos de su sanidad, y nos dice ¡que es el momento de ser libres! Pues solo Jesús nos puede ofrecer vida y en abundancia, eso dice su Palabra (Juan 10:10). Como es una enfermedad espiritual solo Él puede liberarnos e iniciar ese proceso de sanidad integral, porque si alguien está interesado en que seamos sanas, es nuestro Padre celestial.
Salmo 147:3 PDT
…sana a los que tienen roto el corazón y venda sus heridas.
En ocasiones la gente ve nuestras heridas y dolores, y en lugar de ayudarnos nos hacen daño, pero es porque no tienen o no saben cómo sanarnos, porque nuestra sanidad debe iniciar en el espíritu, y solo Jesucristo ve esa enfermedad espiritual y emocional que nos ha llevado a caminar encorvadas, y que ha mantenido nuestro corazón roto y las heridas abiertas.
Crecer
Las dificultades que hemos vivido siempre nos dejan una enseñanza, no obstante, hay mujeres que habiendo superado la prueba no son libres para amar, para confiar, para crecer; y lo que inició como un proceso increíble de sanidad, está en condición de estancamiento, que puede ser personal, laboral, familiar o económico, y que pareciera no tener posibilidad de mejorar. Esto sucede porque no se continúa en ese proceso de sanidad integral en las manos del sanador por excelencia, Jesucristo:
Juan 13:12
y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.»
No es suficiente con saber que Jesús puede y quiere sanarnos, es muy valioso para nosotras oírlo. Oír que sí somos libres, que ya no está lo que nos hacía sufrir, que podemos crecer, avanzar y mejorar; pero oírlo de su parte. A veces creemos que lo que está en tendencia es lo que necesitamos oír, y hay tantas voces a nuestro alrededor que perdemos de vista de quién viene, no solo la sanidad, sino también el crecimiento personal; en otras palabras, la verdadera libertad.
Juan 8:36 PDT
Entonces si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres.
Lo más difícil es escuchar la voz de Dios con tanto afán en el corazón, con tantas voces a las que prestamos atención y no nos concentramos en la que trae verdadera libertad. Él siempre está deseoso de hablarnos, de direccionarnos, de guiarnos. La pregunta es ¿estoy yo para oírlo? Aunque el crecimiento es personal, no quiere decir que solas podemos. En este proceso de crecimiento necesitamos oír exclusivamente su voz.
Brillar
Ser reconocidas y brillar, también son necesidades emocionales, y Dios lo sabe; sin embargo, aún en ese detalle el Señor nos quiere acompañar.
Lucas 13:13
Y en el mismo instante en que Jesús puso las manos sobre ella, la mujer se enderezó y comenzó a glorificar a Dios.
Recordemos que el Señor Jesús la vio, la llamó, le dijo; y después la tocó, puso sus manos sobre ella, haciendo de este acto el más especial, porque es precisamente cuando nos toca con su amor que se da la completa restauración, para que ya no seamos las mismas. Dice la Biblia que la mujer se enderezó, ya no siguió siendo aquella encorvada que se había acostumbrado a vivir de esa manera. Porque para brillar necesitamos modificar nuestros hábitos de vida, no podemos brillar llenas de errores, dolores y conflictos; solo la mano poderosa del Señor nos puede hacer brillar.
Proverbios 16:3 NTV
Pon todo lo que hagas en manos del Señor, y tus planes tendrán éxito.
Una clara invitación que el Señor nos hace para hacer de nosotras mujeres que brillemos, no porque seamos perfectas, sino porque como hizo esta mujer de la historia, que luego de ser enderezada comenzó a glorificar a Dios, nosotras también debemos hacerlo; glorificarlo colocando en sus manos nuestras vidas, nuestros anhelos, sueños, familias y planes, de modo que de Él venga el éxito que anhelamos, y si brillamos, que sea con su Luz.
Isaías 60:1-2
Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria.
Aplicación Teoterápica
“No temas, estoy contigo. Yo soy tu Dios, no tengas miedo. Te fortaleceré, sí, te ayudaré. Te salvaré con mi mano victoriosa”
Isaías 41:10 PDT
Sanar, crecer y brillar de la mano de Dios, reconociendo nuestra necesidad de su amor, harán de nuestras vidas, vidas revolucionadas, vidas renovadas, vidas reales, de mujeres que entienden que a pesar de, pueden enderezarse, ser otras, ser auténticas.
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