HABLAR ADECUADAMENTE



La apropiada manera de hablar no es decir solamente las palabras correctas en el momento oportuno, sino que también incluye controlar los deseos de querer decir lo que no se debe. Antes de hablar, pregúntese ¿Es verdad lo que quiero decir? ¿Es necesario y agradable?

Si ningún ser humano puede controlar la lengua, ¿para qué intentarlo? La lengua puede ser nuestro mayor enemigo; aunque pequeña, puede hacer un gran daño “Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!” (Santiago 3:5). Es posible que no logremos un control perfecto de ella, pero eso no debe hacernos desfallecer para seguir en la búsqueda del control de nuestra lengua, pues aquel que la refrena es varón perfecto, además, en ese proceso, descubriremos el peligro que pueden provocar nuestras palabras, lo que nos hará reflexionar para cambiar. La persona insensata no espera para hablar porque no le interesan los efectos que puedan producir sus palabras.

Deténgase y piense antes de hablar. “Las palabras pueden herir y destruir”

¿Ha tratado alguna vez de discutir en un susurro? Es también difícil discutir con alguien que insiste en contestar de manera suave. Palabras dichas con tono de voz ofensivo casi siempre provocan una respuesta airada. Para aplacar la ira y buscar la paz escoja siempre palabras amables. Las palabras ásperas, hirientes, en las que abunda el insulto y la recriminación, siempre aumentan la discordia y la venganza.

“Aún el necio cuando calla es contado por sabio, el que cierra sus labios es entendido.” Proverbios 17: 28. Este proverbio destaca varios beneficios de guardar silencio:

· Es lo mejor, si no tiene nada valioso que decir.

· Le da la oportunidad de escuchar y aprender.

· Le da algo en común con los sabios.

Generalmente, los que hablan demasiado dicen cosas que no deberían decir, pues en el mucho hablar no faltan las palabras ociosas; es señal de prudencia guardar silencio.

El que calla y escucha es tenido por inteligente , pues nada suele satisfacer más a los demás que el ser escuchados; el sabio ahorra sus palabras, las mide, las pesa y evita siempre palabras ociosas y explicaciones innecesarias. Quienes están inclinados a hacer mal uso de la lengua han de cargar con las consecuencias de su palabras.

Tenga en cuenta estas recomendaciones para domar la lengua:

1. Dedicación diaria del corazón al Señor (Romanos 12:1).

2. Sintonía diaria con el Espíritu a través de la Palabra (Salmo 119: 9.13).

3. Responsabilidad por cada palabra hablada (Mateo 5: 21-22).

4. Compromiso a dar buen informe (Mateo 18: 15-17).

5. Cumplir promesas pasadas y considerar las actuales (Mateo 5: 33-37).

6. Pedir perdón por cualquier palabra o actitud no amorosa (Mateo 5: 23-24).

7. Hablar palabras que motiven, conforten, edifiquen (Hechos 10: 24-25).

8. Pedir que nuestros amigos nos digan cuando les ofendemos con las palabras (Proverbios 27: 5).


Piense en un momento en el que usted reconozca que sus palabras lo metieron en un problema. Haga el siguiente examen, pensando en lo que hubiera pasado si lo hubiera hecho antes de decirlas.

Lo que voy a decir es: 

1. Verdadero (exacto) 

¿Va a dar una impresión exacta? 

2. Honesto (honorable) 

¿Debe ser imitada por otros?

3. Justo (apropiado) 

¿Es apropiado decirlo en este momento?

4. Puro (sin contaminación) 

¿Lo motiva algún orgullo o egoísmo?

5. Amable (placentero) 

¿Alegrará la vida de aquellos que lo escuchan?

6. De buen nombre (estima) 

¿Dañará la reputación de alguien?

7. Virtud (excelencia moral) 


¿Motivará a una vida de santidad?

8. Alabanza (digno de alabanza) 

¿Edificará a quien lo escuche?


Entreguele a Dios su lengua para que Él le enseñe a controlarla y de esa manera aprender a ser una persona sabia “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.” (Santiago 3:2).


Durante esta semana aplique el ejercicio de la determinación a las conversaciones que vaya a tener.

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