“Porque el reino de los cielos es como un hombre...” (Mateo 25:14)
Introducción
Esta parábola de los Talentos, hallamos parámetros claros sobre el gobierno del Reino de los Cielos y nos despejará todas las inquietudes. También nos describirá claramente los parámetros adecuados para desarrollar el reino de los cielos en la tierra, tal como se llevan a cabo en el Reino de los Cielos.
1. Características fundamentales del Reino de los Cielos
Las características fundamentales del Reino de los Cielos, Mateo 25:14-15:
1.1. Dios es el dueño absoluto de todos los recursos del Reino de los Cielos. Este es un concepto revolucionario, debemos entender que ésta es una verdad. En la Biblia, observamos que Dios ha sido extremadamente celoso frente a su posesión sobre la tierra. En el Antiguo Testamento, encontramos un principio fundamental de la Ley de Dios, en tal sentido, dirigido hacia el pueblo de Israel: (Levítico 25:23; Salmo 24:1). Así que debemos reconocer que todos nuestros recursos le pertenecen a nuestro Dios.
1.2. Dios encarga sus bienes, en administración o mayordomía, a sus siervos. En el versículo 14, encontramos que en el Reino de los Cielos, Dios es el dueño absoluto de todos los bienes y, como tal, los encarga a sus siervos en administración, para que ejerzan mayordomía sobre dichos bienes con la mayor responsabilidad. En el Reino de los Cielos, Dios confía tanto en sus siervos, que les entrega sus bienes en administración.
1.3. Los hombres son siervos de Dios, no del reino. Es de fundamental importancia, comprender que en el Reino de los Cielos, sus siervos no le sirven a un reino sino a Dios. En otras palabras, no le sirven a un establecimiento que no tiene ni mente ni corazón, sino al Dios omnipotente, omnisciente, amoroso, misericordioso y justo. Por lo tanto el reino de los cielos vendrá a la tierra cuando hombres y mujeres temerosos de Dios, reconozcan el señorío de Jesucristo en sus vidas con la convicción que es a Dios a quien sirven.
1.4. El rey confía en el hombre. El versículo 15 del pasaje en mención, en su parte final, dice: "...y luego se fue lejos." Podemos entender que el Señor se fue, una vez les hubo encargado bienes a sus siervos. Esto significa que en el Reino de los Cielos, Dios confía tanto en el hombre, que no se queda fiscalizándolo minuto a minuto, ni segundo a segundo. Por el contrario, Dios confía en las capacidades, cualidades y decisiones que el hombre tome.
1.5. Los parámetros son personales y no globales. El versículo 15 establece, que el Señor llamó a tres de sus siervos y les entregó sus bienes. En total, fueron ocho (8) talentos. Los hijos de Dios debemos tener en mente, de manera continua, que los parámetros de responsabilidad que Dios establece, son de carácter personal y no colectivo. El Señor estaba buscando delegar responsabilidades individuales a cada uno de sus tres siervos.
1.6. Se administran los recursos de acuerdo con la capacidad de cada uno. Dios es justo y nunca nos va a delegar más y mayores responsabilidades de las que podemos administrar. Su justicia es tal, que cuando él delega responsabilidades, lo primero que hace es pensar en el hombre. Dios conoce tanto a sus siervos (sus capacidades, talentos, debilidades y limitaciones), que les encarga sólo las responsabilidades que ellos pueden cumplir.
1.7. La dirección es centralizada y el desarrollo descentralizado. Este modelo es el que deducimos del versículo 15 del pasaje en mención. El Señor Jesucristo, como dueño absoluto de todos los recursos del Reino de los Cielos, ejerce autoridad. Sin embargo, él delega autoridad a sus siervos, para que cada uno responda de acuerdo a lo que le ha sido delegado. Se observa cómo el Señor encargó sus bienes a cada uno de sus tres siervos, a quienes les dio libertad para usar su creatividad, su liderazgo y sus capacidades, con el fin de multiplicar los recursos que se le encargaron.
2. La administración de los recursos que Dios nos encarga. (Mateo 25:16)
En este pasaje podemos ver en tres pasos del proceder del siervo que sabe cómo es el Reino de los Cielos, con respecto a los recursos que le han sido encomendados en administración:
· La Palabra de Dios dice que, al recibir los cinco talentos, el siervo "fue". De esto podemos afirmar que, en el Reino de los Cielos, los servos actúan cuando se les da una responsabilidad y unos recursos, dichos siervos llevan, inmediatamente, a la ejecución, las cuatro funciones administrativas: planeación, organización, dirección y control; para ser individuos productivos, eficientes y eficaces.
· El siervo "negoció". Es decir, el siervo puso a trabajar los recursos a él encomendados.
· En tercer lugar, el siervo “ganó”. Lo que aquí queda claro es que, después de actuar y negociar, el siervo capitalizó y multiplicó los recursos a él encomendados.
3. Arreglando cuentas (Mateo 25:19-30)
El Señor arregla cuentas con sus siervos. Podemos deducir que hay dos tipos de siervos: los que recibieron 5 y 2 talentos representan el primer tipo; el que recibió un talento representa el segundo. Con estos dos tipos de siervos, el Señor arregla cuentas de manera muy distinta.
3.1. Los primeros se presentaron a su Señor con resultados muy dicientes: un crecimiento del 100% los dos multiplicaron lo recibido. Frente a estos resultados, el Señor se dirigió a ellos y arregló cuentas de cuatro (4) maneras:
· Se refirió a ellos, públicamente, como “buen siervo y fiel”. El Señor exalta al siervo que posee dos características, las cuales le permiten ser eficaz, eficiente y productivo: la fidelidad (“fiel”) y la idoneidad (“buen siervo”).
· Exaltó la gestión del siervo: “...sobre poco has sido fiel.” Es importante anotar que Dios reconoce, en primer lugar, a la persona; en segundo lugar, reconoce la gestión, es decir, que la gestión es importante, pero secundaria frente al individuo.
· Le asignó una tarea de mayor responsabilidad: “...sobre mucho te pondré”. En el Reino de los Cielos, existe un sistema justo y equitativo, de méritos y ascensos.
· Premió y recompensó al siervo: “Entra en el gozo de tu señor.” En el Reino de los Cielos, únicamente recibe galardón aquel servidor fiel e idóneo, cuya gestión haya dado como resultado la multiplicación de los recursos a él encargados.
3.2. El hombre que representa el segundo tipo de siervo, se presentó a su señor con justificaciones, pretextos y sin resultados (entregó el mismo talento que había recibido). De la manera más descarada, responsabilizó a su señor de su fracaso (“Señor, eres hombre duro”). Frente a esto, el señor se dirigió a él y arregló cuentas de cuatro (4) maneras:
· Se refirió a él, públicamente, como “siervo malo y negligente”. En el Reino de los Cielos se señala, abiertamente, al siervo negligente, ineficiente y corrupto. Los pretextos jamás podrán justificar las acciones ineficientes, que sólo podrán ser fruto de un corazón perverso.
· Señaló la gestión del siervo como “inútil”. Al fin y al cabo, un siervo malo y negligente sólo podrá llevar a cabo una gestión inútil, ineficiente, sin resultados.
· Le quitó lo que le fue entregado. El siervo no fue fiel en lo poco; por eso, fue despojado aun de lo que tenía y se le dio al que más poseía.
· Recibió la recompensa correspondiente a su ineficiencia. “Siervo malo y negligente...echadle en las tinieblas de afuera”. En el Reino de los Cielos, a los ineficientes, ineptos y corruptos, se les destituye de inmediato, del cargo de responsabilidad.
El examinar estos pasajes, nos permite tener una visión más clara de cómo se gobierna en el Reino de los Cielos, y entender que el anhelo de Dios es que ese mismo tipo de gobierno se establezca en la tierra. Sólo así podremos pensar en un verdadero cambio para nuestra vida, familia y nación.
Aplicación Teoterápica
Dios nos ha capacitado para la labor que nos encomendó: “hacer que el Reino de los Cielos venga a la tierra”. El que esto se cumpla no depende de Dios, sino de nuestra disposición y compromiso en esta tarea. No podemos seguir limitándonos a juzgar y a criticar las situaciones, si en nosotros no hay conciencia del papel que debemos desempeñar. Tenemos que despertar a la realidad que la Palabra de Dios nos plantea, para tomar la acción adecuada, y movernos en el sentido correcto, de tal manera que obtengamos los objetivos que el mismo Dios nos ha propuesto.
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