“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Introducción
Cuando recibimos al Señor en el corazón y somos impactados por el sobrenatural amor de Dios en nuestra vida, comprendemos que como hijos-siervos tenemos la misión encomendada por Dios de llevar ese mensaje de amor y salvación a todos los que nos rodean, es decir cumplir la Gran Comisión. Con mucha facilidad, el siervo de Dios puede perder la visión, al comenzar a mirarse a sí mismo y a vivir para sus deseos egoístas.
1. El secreto de la Gran Comisión (Isaías 53:10)
Cuando Jesucristo colocó su vida en expiación, vio linaje, es decir, descendencia espiritual. El secreto para llevar fruto y vivir reconciliados con la Gran Comisión, es entregar nuestra vida de manera incondicional. En Jesucristo, vemos el cumplimiento de la parábola del grano de trigo, que debe caer y morir para después llevar mucho fruto (Juan 12:24).
Cuando mantenemos la comunión permanente con nuestro Dios tenemos el entusiasmo para contar las hermosas experiencias que hemos tenido con nuestro Padre, lo hermoso que ha hecho en nuestra vida, es decir el cumplimiento de Gran Comisión se vuelve nuestro estilo de vida (Mateo 28:18-20). Los hijos propios y espirituales están dentro del plan de Dios para nosotros. El secreto de ser Gran comisionistas es rodearnos de hijos espirituales. Estamos llamados a padecer con él, para regocijarnos dando a luz hijos en la fe; ese es el camino del discipulado, no hay otro.
2. Permaneciendo en la visión (2 Timoteo 2:2)
Quien da la visión es nuestro Padre Dios. Él deposita la visión de la Gran Comisión a quien se dispone a volverse visionario. Él, como Padre, se deleita y se goza de actuar en nosotros y a través de nosotros. De igual manera, nuestra actitud en la acción debería ser la de deleitarnos, en hacer su voluntad y participar de sus negocios. La visión se vuelve fría, si no tenemos una estrategia, y ésta la encontramos claramente definida 2 de Timoteo: ser discípulo y formador de discípulos.
3. Claves para ver la gloria de Dios en la Gran Comisión
3.1. El Servicio (Juan 13:4-8). Cuando permanecemos en comunión con nuestro Dios, el servicio es la actitud que aprendemos de nuestro Salvador: “lavar los pies de los discípulos”, atendiéndoles de noche y de día. El servicio hace que los demás vean en nosotros autoridad, y trae grandes dividendos. Servir implica desvestirnos de nuestras ataduras, pues protege el corazón del orgullo, y hace que nuestra dignidad suba a los ojos de Dios. La clave del servicio es no mirar a quien se sirve, pues estamos llamados a servir por igual a los “vasos de honra”, como a los “vasos de deshonra”, a los discípulos que son nuestra “corona”, y también a aquéllos que son nuestro motivo de quebrantamiento.
3.2. La Unidad (Juan 17:11-12, 17:21-22). Cuando se cultiva el servicio en la familia de la fe, se da también la unidad, pues nos volvemos “uno” en el servicio. La unidad no es fomentar la debilidad u ociosidad. Es ver lo mejor para el otro, aunque tenga que decirle, algunas veces, no. Cuando hay unidad, buscamos al otro que también desarrolla nuestra misión, y esto nos lleva a volvernos independientes en la ejecución, pero interdependientes en el trabajo. Podemos decir, entonces, que cuando al servicio le aplicamos unidad, también de nosotros podrán decir: “mira, cuánto se aman”.
3.3. La Permanencia en Jesús (Juan 15:4). Cuando decimos cultivar esa permanencia en él, cosechamos abundante frutos, no solamente en forma de resultados, sino frutos en forma de salud, gozo, paz, disciplina, habilidades, talentos, etc.
Cuando en nuestra vida y en nuestro ministerio se combinan estos tres factores: servicio, unidad y permanencia en él, no nos asustaremos ante los desafíos del Señor, y tampoco temeremos caer, pues el que es de linaje, se vuelve a levantar, cuantas veces caiga.
Aplicación Teoterápica
Papá Dios nos ha apartado para que hagamos una historia diferente, nos ha dado su poder, para ser testigos suyos hasta lo último de la tierra. Hay cumplimiento de la Gran Comisión cuando estamos anunciando el ministerio de la reconciliación (2 Corintios 5:20), porque nos verán con convencimiento, con entusiasmo y con motivación; en otras palabras, nos verán actuando en la plenitud de la unción. Es el Espíritu Santo quien nos da denuedo, dinámica y ansiedad por ver su gloria en la tierra donde nos ha puesto.
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