Introducción
Cada uno de nosotros tiene un enemigo que siempre nos acompaña. Cuando creemos que tenemos la victoria, experimentamos nuevas derrotas. Nosotros somos capaces de derrotar a algunos de nuestros enemigos, pero nunca podremos derrotar a este: ¡Nuestra propia lengua! Si queremos aprender cómo ser poderosos en espíritu, tenemos que aprender las habilidades básicas para domar nuestra lengua.
1. ¿Qué es la lengua? La lengua es un miembro pequeño de nuestro cuerpo, pero que tiene la particularidad de producir un gran impacto, ya sea para bien o para mal, según las palabras que se hablen (Santiago 3:5,9). Nuestras palabras son concebidas y producidas en la mente, para luego ser manifestadas a través de nuestros labios. Por ello, debemos procurar tener dominio propio sobre nuestros pensamientos primeramente, y segundo sobre la manera cómo vamos a expresarlos (Proverbios 23:7). A través de nuestras palabras, se muestra el estado de nuestro corazón, de ahí la importancia de escuchar a quienes nos rodean, pues es la forma de indagar sobre sus preocupaciones, necesidades, temores y anhelos (Mateo 12:34).
2. Ideas básicas para domar la lengua
Es necesario reconocer algunos aspectos relacionados con la lengua, consignados en la Palabra de Dios y que nos enseñan la responsabilidad que tenemos:
* Dios nos advierte que nunca domaremos nuestra lengua (Santiago 3:8).
* Somos completamente responsables por cada palabra que digamos (Mateo 12:36).
* No podemos controlar la lengua, porque ella siempre revelará los verdaderos pensamientos de nuestro corazón (Mateo. 12:34).
*Las conclusiones o actitudes erradas que permitimos en nuestro corazón, se transmiten en nuestras palabras, rostros y entonación (Mateo 12:35).
* Nuestra lengua nos recuerda diariamente los verdaderos pensamientos, y nos motiva a purificar nuestros corazones (Santiago 4:8).
* Debemos pedir perdón por cada ofensa verbal, y así al humillarnos a nosotros mismos, recibimos más gracia (deseo y poder) para purificar nuestro corazón (Santiago 4:6).
3. Recomendaciones para domar la lengua
* Dedicar nuestro corazón y nuestra lengua al Señor, diariamente (Romanos 12:1)
* Poner nuestro corazón en sintonía con el Espíritu Santo, leyendo diariamente su Palabra (Salmos 119:9, 13).
* Asumir responsabilidad por cada palabra que hablemos (Mateo 5:21-22).
* Comprometernos a dar una buena información y seguir lo que dice Mateo 18, cuando sea necesario (Mateo 18:15-17).
*Cumplir las promesas pasadas y considerar cuidadosamente cualquier promesa reciente (Mateo 5:33-37).
* Pedir perdón por cualquier palabra o actitud no amorosa (Mateo 5:23-24)
* Aprender a hablar palabras que motiven, conforten, inspiren y edifiquen (He. 10:24-25)
* Discernir la actitud de nuestros oyentes antes, durante, y después de que les hablemos (Salmos 55:21)
* Distinguir entre discernimiento y juicio (Santiago. 4:11)
* Distinguir entre reprender e injuriar (2 Timoteo 4:2)
* Pedir que nuestros amigos nos digan cuándo les hemos ofendido con nuestras palabras (Proverbios 27:5).
4. Domadores de la lengua La mejor manera para mantener dominio sobre nuestra lengua, es poder memorizar y meditar aquellos versículos, que nos llevan a tener cuidado con todo lo que hablamos. Aunque existen muchas porciones bíblicas dedicadas a este asunto, a continuación veremos algunas, que se convertirán en “domadores de nuestra lengua”.
* La precisión en las palabras: Quienes menos problemas tienen con los que les rodean, son aquéllos que guardan sus labios, siendo moderados para hablar. La Palabra de Dios nos exhorta a guardar nuestra boca para no caer en el oprobio y para guardar nuestra alma de angustias (Proverbios 13:3; 18:13; 21:23; 29:20).
* El silencio: Permanecer en silencio, en lugar de hablar atropelladamente, hace que muchas personas logren verse como sabias y prudentes, aunque no lo sean (Proverbios 17:28)
* Las palabras que edifican: Las palabras ociosas nada dejan en los oyentes; por eso, es necesario cultivarnos en el conocimiento de la Palabra de Dios, y cultivar la plenitud de la unción del Espíritu Santo; de tal manera, que estemos llenos de su sabiduría y de sus pensamientos (Mateo 12:36; Efesios 4:29)
* Las palabras oportunas: Cuán agradable es escuchar palabras, que apacigüen nuestro furor o que calmen nuestra ansiedad en tiempos de angustia (Proverbios 15:1, 4, 23)
* Evitar las palabras mal intencionadas: Cuando prestamos atención a las palabras del chismoso, estamos aprobando lo que hace, y nos estamos dejando contaminar con sus informes.
Tengamos en cuenta que el chismoso siempre desea descubrir los errores de los demás, para hacerlos quedar mal (Proverbios 18:8)
* Evitar las palabras engañosas: Cada vez que expresemos nuestras ideas o pensamientos, debemos examinarlas cuidadosamente, para detectar sutiles engaños, especialmente cuando tengamos que dar un informe acerca de alguien o de alguna situación difícil (Santiago 1:26; 1 Pedro . 3:10).
5. La verdad de Dios guarda nuestros pensamientos La clave para domar nuestra lengua es cuidar el estado de nuestro corazón y nuestros pensamientos. Los pensamientos incluyen algo más que hechos, incluyen conceptos, estructuras de información, sobre las cuales basamos nuestras decisiones y palabras. Por esta razón, Dios nos advierte que guardemos nuestro corazón con toda diligencia, para que no nos formemos falsos conceptos. A continuación, tenemos ejemplos que nos permitirán comprender cómo la verdad de Dios tiene el poder de guardarnos de pensamientos y decisiones equivocadas.
Aplicación Teoterápica
Las cosas más importantes que decimos cada día, son las que nos decimos a nosotros mismos. La clave para no ofender a Dios ni a los que nos rodean con nuestras palabras, es rendir nuestra vida cada día al Señor y buscar la plenitud de la unción del Espíritu Santo como modo de vida. De los labios de una vida rendida a Dios, sólo pueden salir palabras de bendición y de bienaventuranza.
0 Comentarios