INFLUYENDO EN EL ENTORNO




La experiencia cristiana es un proceso en el cual nos libramos del concepto inadecuado de nosotros mismos, obteniendo así más y más libertad para activar todo el potencial de nuestra vida en Cristo.

Hemos deseado que Dios nos madure instantáneamente. La madurez inmediata ha parecido preferible a todo el dolor y el sufrimiento que, con tanta frecuencia, forman parte de nuestro crecimiento personal. Sin embargo, Dios nos hace pasar por ciertas experiencias que  se  requieren  para  el  proceso  de  maduración. Este crecimiento
algunas veces se da en forma inexplicable; otras veces, con lentitud agonizante. Hay ocasiones en que el verdadero aprendizaje es tan profundamente inconsciente, que no se manifiesta en forma clara por un largo tiempo.

1.    Viéndonos a la luz de Dios

Todos estamos en este proceso de crecimiento, en el cual, mediante nuestra relación con Dios, llegamos a vernos como Él nos ve. El conocimiento de esta realidad se convierte en base estable sobre la cual puede descansar y desarrollarse sanamente nuestro auto concepto.

Cuando nos conocemos a nosotros mismos a la luz de Dios, también conocemos la dirección en la cual debemos crecer. Esta dirección la encontramos en Efesios 4:13: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. 

El aspecto clave para tener una adecuada imagen de nosotros mismos, es tener una visión clara de quién es Cristo, e identificarnos con Él, renovando nuestra mente con los pensamientos de Dios. La madurez en la vida cristiana consiste en una plena identificación con Cristo, como resultado de una vida intercambiada: esto significa que Él toma nuestra vida para actuar a través de ella y nosotros tomamos su naturaleza divina, para disfrutar así de una experiencia de gracia divina.  

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”  
(Gálatas 2:20)

Así como toda persona debe tener la convicción del pecado, para recibir a Jesucristo como Señor y Salvador Personal, así es necesario que aceptemos cuán lejos estamos de la meta, en lo referente al crecimiento y la madurez para ser lo que Dios quiere que seamos.

En la Teoterapia, el crecimiento se da cuando nos apropiamos de la posición que ahora tenemos en Cristo Jesús, e interiorizamos el concepto que Dios Padre tiene de nosotros.

La verdad de la Biblia referente a nosotros, es el punto de partida para formar un concepto saludable y positivo de nosotros mismos.  Para vernos como Dios nos ve - como somos realmente- debemos comprender nuestra posición en Cristo, la "VERDAD POSICIONAL". Esta visión adecuada de nuestra persona en Él, es clave.

2.    Ampliando nuestra visión del mundo

El concepto que una persona tiene de sí misma está estrechamente relacionado con el que la persona tiene de su entorno; por lo tanto, si ve un mundo muy pequeño (como un niño lo hace) su concepto de sí mismo será necesariamente estrecho; si se ve a sí mismo como ciudadano del mundo (como un viajero lo haría), su auto concepto envuelve el mundo.

Una de las quejas más comunes de los jefes es que su subordinado es muy estrecho en sus miras. Por ejemplo, el gerente de ventas promovido a vicepresidente irrita a los del área de producción o investigación, pues tiene únicamente el punto de vista de un vendedor. El ex jefe de producción, ahora vicepresidente, es odiado por los de ventas, debido a su actitud de “lo hacemos a bajo costo, y está en usted venderlo; no me molesten con pedidos especiales, clientes o cambios de modelos; ¡vendan!”.  Ambos hombres sufren por limitar su auto concepto: perciben sus trabajos (y a sí mismos) muy estrechamente.

No basta vernos a nosotros mismos como somos ahora. Esa comprensión es un punto necesario para la partida, pero también debemos ver lo que nosotros mismos podríamos ser, y crecer hacia esa visión. Si crecemos, aprendemos a ver nuestro entorno con una amplia visión, tal como Jesús lo hizo y engrandeció el legado de su Padre.

3.    Influyendo en nuestro entono
Los hombres sobresalientes de la historia han tenido una característica en común: Ellos parecen haber sido simplemente ellos mismos como personas Miguel Ángel, peleando contra la adversidad para poder esculpir; Beethoven, continuando su composición luego de haberse vuelto sordo; Milton, en quien la ceguera no fue obstáculo para sus escritos.

Tales hombres han dado sentido a la frase, “cumpliendo su destino”. Estamos llamados a desplegar todo nuestro potencial, siendo nosotros mismos. En este sentido nuestro auto concepto está en un desarrollo continuo a lo largo de nuestra vida.

Una persona que siempre está creciendo, siempre tendrá capacidades por desarrollar. La diferencia entre un hombre fuerte y uno débil, tal vez no sea una diferencia de habilidad, pues hay muchos hombres con inteligencia brillante, y ambiciosos, que no consiguen nada. De alguna forma, el hombre fuerte “hace” su oportunidad.  La diferencia se basa en el auto concepto.  ¿Cuánto valoro mi vida?, ¿Qué es lo que quiero hacer con ella?, ¿Qué debo hacer para ser yo mismo? 

Los hombres fuertes han aparecido con respuestas definidas a estas preguntas; los hombres débiles se han equivocado, han sido condescendientes con ellos mismos, no se han exigido lo suficiente, y nunca se han atrevido a buscar respuesta a los conflictos que enfrentan.

La persona con autoestima cree en sus capacidades; tiene una sensación general de                                que controla su destino; piensa, con razón, que es capaz de hacer lo que planea. Tiene expectativas realistas, y cuando descubre que algunas no lo son, mantiene una actitud positiva y se acepta como es.  Puedo decir, sin temor a equivocarme, que la persona que se acepta, se estima y tiene confianza en sí misma; donde quiera que esté y cualquiera que sea su función, se volverá un gran LÍDER: le buscarán, le imitarán, le consultarán.  Sobresaldrá entre muchos, pues posee esas características que atraen de todo líder.

En el liderazgo es más importante lo que usted es, que lo que usted hace.  Podemos decir que un hombre o una mujer pueden fracasar en su ministerio o trabajo, pudiendo tener éxito, simplemente porque no están dispuestos a aceptarse a sí mismos, como Dios lo ha hecho.


APLICACIÓN TEOTERÁPICA

 La persona que posee una sana autoestima sabe hacia dónde se dirige; tiene una visión clara, unos objetivos definidos y es capaz de hacer que otros tomen acción efectiva. Es sensible como persona, pero a la vez “hueso duro de roer”, es decir, desarrolla capacidad de resistencia a la oposición.  Siempre encontraremos dificultades y tropiezos, ante los cuales muchos desertan y se desaniman, pero el verdadero líder seguro de sí mismo sigue adelante, olvidando lo que queda atrás, y prosiguiendo al blanco.  Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. (Filipenses 3:14)

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