DESAFIÓ; DOS CAMINOS: VIVIR O PERECER



Tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento, Dios coloca delante del hombre dos caminos: la obediencia o la desobediencia; la vida o la muerte; la bendición o la maldición. En otras palabras, no hay términos medios, no hay escala de tonos grises: es blanco o es negro; es frío o caliente. Esto contrasta con la tendencia del mundo de hoy, donde se pregona y se fomenta el “relativismo”, donde lo que para unos es bueno, para otros no; y todo es válido en nombre de aceptar la “diversidad”, ser “tolerantes” y  “pluralistas”.

A una elección le sigue una decisión personal. Esto lo vemos claramente en el caso de Caleb y los diez espías. Caleb decidió ir en pos de Dios y cumplirle. Los diez espías decidieron ir tras su lógica y su propio parecer.

1.1 Camino espacioso y camino angosto

Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan(Mateo 7:13-14).

Este pasaje bíblico nos muestra la opción de dos puertas. Pero antes de escoger una puerta se requiere escoger el “camino” que conduce hacia esa puerta. Es decir, no hay puerta sin camino.

El camino espacioso me lleva a una puerta ancha, pero esa puerta lleva a la perdición. El camino angosto me lleva a una puerta estrecha, pero es un camino de vida; un camino que pocos hallan.

Cada día nos enfrentamos a la decisión de escoger el camino que hemos de trasegar en la vida. El término “camino” implica un avance a través de los años e implica un proceso, tal como nos lo enseña la Teoterapia. Andar en ese camino nos asegura experimentar la bendición. Somos prosperados y alcanzamos la madurez a lo largo de nuestra vida.

El camino angosto es el camino de la unción y la presencia de Dios; así lo vemos en 1 Samuel 2:35: “Y yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi alma; y yo le edificaré casa firme, y andará delante de mi ungido todos los días”. Dios corta el sacerdocio de la casa de Elí y establece un sacerdote fiel que haga conforme a su corazón y su alma, alguien que ande delante de Él todos los días de su vida.


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